Estos son dos fragmentillos de los libros que actualmente tengo en la mesita de noche:
Y justo cuando estaban rodeando la casa, como preparandose para la accion, se abrio la puerta principal.
Por ella salio una persona que ninguno de los presentes habia visto jamas, un hombre de unos treinta y cinco años, de ojos apagados, pelo alborotado, que llevaba una pistolera con una pistola de calibre 38.
-Supongo que cuantos alli estabamos tuvimos la misma idea: era quien los habia matado -continuo Helm-. No hizo movimiento alguno. Se quedo quieto. Parpadeando. Le quitaron el arma y empezaron a hacerle preguntas.
El hombre se llamaba Adrian, Jonathan Daniel Adrian. Iba de camino hacia Nuevo Mejico y en el pressente no tenia direccion fija. Con que proposito se habia introducido en casa de los clutter y, ademas, como lo habia conseguido? Les explico como. (Habia levantado la tapa de un pozo y se habia deslizado por la tuberia que daba al sotano.) En cuanto al por que, pues porque habia leido lo ocurrido y sintio curiosidad por ver que aspecto tenia aquello.
-Y entonces -segun recordaba Helm el episodio- alguien le pregunto si iba haciendo auto-stop. Hacer auto-stop hasta Nuevo Mejico? No, contesto. Tenia coche. Y estaba aparcado en la avenida, un poco mas alla. Cuando encontraron lo que llevaba en el, uno de los hombres, quizas Al Dewey, le dijo, le dijo a ese Jonathan Daniel Adrian: "Muy bien, señor, parece que tenemos algo de que hablar." Porque lo que dentro del coche encontro, era un fusil calibre 12. Y un cuchillo de caza.
Truman Capote "A sangre fria"
Caminaba distraidamente por la calle cuando la vio: era una enorme y hermosa montaña de oro.
El sol le daba de lleno y al rozar su superficie reflejaba tornasoles multicolores que la hacian parecer un objeto galactico salido de una pelicula de Steven Spielberg.
Se quedo un rato mirandola como hipnotizado.
-Tendra dueño? -penso.
Mirp hacia todas partes, pero no vio a nadie a su alrededor.
Al final, se acerco y la toco. Estaba tibia.
Pasando los dedos por su superficie, le parecio que su suavidad era la correspondencia tactil perfecta de su luminosidad y su belleza.
-La quiero para mi -penso.
Muy suavemente, la levanto y comenzo a caminar con ella en brazos, hacia las afueras de la ciudad.
Fascinado, entro lentamente en el bosque y se dirigio a un claro.
Alli, bajo el sol de la tarde, la coloco con cuidado sobre la hierba y se sento a contemplarla.
-Es la primera vez que tengo algo valioso para mi. Algo que es mio. Solo mio! -pensaron los dos a la vez.
Jorge Bucay "Dejame que te cuente"
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5:15 p. m.
hermoso cuento , hermoso cuento demianm